En no pocas ocasiones se encuentran maestros centrados casi exclusivamente en el dominio de los contenidos de la materia que imparten, olvidando o dejando a parte temas tan importantes como su propia autorrealización, la metodología y medios pedagógicos de que se sirven o el conocimiento de singularidad de cada alumno. Además la idea que ha de estar presente en la mente de cualquier docente es la de que su trabajo se dirige hacia las personas, por lo que su actividad general ha de girar en torno a la PERSONA HUMANA.
El profesor también es persona, y como tal se forma en su práctica, influyendo a demás con sus acciones en el desarrollo de otras generaciones. Por esta capacidad de influencia se debe combinar la acción con la reflexión, para que aquélla sea siempre guiada hacia un objetivo o fin pedagógico y nunca sea aleatoria. Se trata de aunar lo profesional, lo personal, lo ético y lo tecnológico creando una identidad profesional -docente- única.
El proceso de enseñanza aprendizaje es básicamente un proceso de comunicación, por lo que ambos interlocutore son agentes activos que se dan y reciben feed-back mutuamente. En tanto se conozca mejor a los alumnos esta comunicación será más fluida y fructífera, por eso el profesor ha de establecer un perfil de cada alumno a su cargo para garantizar el aprendizaje significativo de los mismos. Esta elaboración del perfil incluye no sólo saber el nombre y apellidos del alumno sino tener datos a cerca de su situación familiar, su entorno, experiencias previas, sus intereses y expectativas, sus motivaciones, su estilo de aprendizaje...
La actitud del estudiante hacia la materia -y hacia el profesor- son fundamentales a la hora de llevar a cabo el aprendizaje de la misma. El maestro puede modificar esta actitud en cierta medida haciendo la asignatura algo interesante y atractivo para ellos, con lo que puedan disfrutar y descubrir, y ante todo, el profesor se ha de ganar la confianza de los alumnos. Requiere de grandes dosis de empatía que le permitan ponerse en la situación del niño para su comprensión y su adecuado tratamiento. La paciencia y el respeto son necesarios para mostrar el aprecio que se les tiene y servirles de motivación, y con todo ello ser un facilitador que haga las veces de líder para el grupo.
Una vez establecidas relaciones favorables con los alumnos en particular y con el grupo-clase en general, el profesor tiene que definir los objetivos que deberán conseguir y aclararlos tanto como sea posible. Por supuesto, han de ser alcanzables y evaluables. Y una vez comunicados, se ha de proceder a la planificación de los mismos, es decir, ordenar esos objetivos de acuerdo a unos métodos y a unos medios pedagógicos.
A la hora de hablar de la metodología entra el factor psicológico. Dependiendo de la naturaleza de los objetivos y de las características del profesor y de los alumnos los métodos pueden ser más o menos pasivos, es decir, la participación del alumno puede ser mayor o menor. Se puede trabajar en individual, en grupo o ambas cosas, se puede trabajar investigando en la acción o mediante lecciones magistrales en las que el profesor expone unos razonamientos encadenados. Se pueden hacer juegos de roles, debates o estudios de casos... y así una infinidad de opciones que el profesor, en base a las necesidades y desarrollo de los alumnos eligirá para el aprendizaje significativo por parte de los mismos.
En cuanto a los medios pedagógicos hay que decir que con los avances de la tecnología van cada vez más en aumento. Mientras que antes la pizarra y los libros de texto y cuadernos lo eran todo, ahora podemos contar -y es conveniente hacerlo para estar a la altura de nuestro tiempo- con ordenadores, proyectores, vídeos, diapositivas... sin olvidar los recursos tradicionales siempre eficaces del tablón de anuncios, los portales etc.
Es importante que el profesor realice procesos de evaluación periódicamente para poder mejorar su práctica educativa y el currículo. Mediante la recogida de datos se puede determinar el grado en que los alumnos han adquirido los conocimientos y las competencias fijadas desde un principio. Lo puede realizar mediante entrevistas, escalas de valoración, feedback de otros profesionales, observación e investigación... A demás este proceso le proporcionará pistas a cerca de la calidad de los medios y métodos utilizados y la posibilidad de probar con otros más adecuados.
Dado que vivimos en una sociedad cambiante, la formación permanente ha de convertirse en una máxima que guíe la actividad docente hacia su perfeccionamiento, un motor que funcione como motivación y que lleve al profesorado hacia su autorrealización y satisfacción personal y profesional.
BAUTISTA-VALLEJO, J. M. (2001) Formación del profesorado y escuela abierta. Sevilla: Padilla libros.
ORIOL AMAT (1997) Formación de formadores. Barcelona: Ediciones Gestión 2000
http://www.laautenticadefensa.com.ar/noticias.php?sid=52698
http://www.elpais.com/articulo/cataluna/ley/educacion/sintonia/Europa/elpepiespcat/20080222elpcat_3/Tes
http://www.miciudadreal.es/content/view/52018/10012/